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"La Iglesia ha defraudado a los laicos." Y "se acelerará la caída en la participación en la misa"

Dos artículos en el semanario católico británico "The Tablet" analizan estos temas, y es significativo que un medio enérgicamente progresista y anti-tradicionalista -no un grupo ultraconservador- llame la atención sobre esto.

Los ateos la tienen más clara

El columnista ateo de "The Times" de Londres, Matthew Parris, evaluando quiénes han soportado bien y mal la guerra del Covid, ubica a la Iglesia entre los perdedores. "Sus líderes, desde el Arzobispo de Canterbury hacia abajo, han sido débiles", escribió. "Deberían haber luchado por el derecho de todos a entrar a un lugar tranquilo y hermoso de adoración para orar o meditar solos. El distanciamiento social siempre fue posible. La Iglesia ha defraudado a los laicos".

Es un desafío que, desde el otro extremo, el mismo Donald Trump haya dicho una obviedad del más elemental sentido común, frente a la pasividad de los obispos norteamericanos: "Algunos gobernadores han considerado a las licorerías y a las clínicas abortistas como esenciales, pero han dejado afuera a nuestras iglesias y otras casas de oración. Eso no es correcto. Estos son lugares que mantienen a nuestra sociedad cohesionada, y a nuestro pueblo unido. La gente está demandando ir a la iglesia y a las sinagogas, o a su mezquita. Muchos millones de norteamericanos abrazan el culto religioso como una parte esencial de la vida. Los ministros, pastores, imanes y otros líderes religiosos se asegurarán de que sus feligresías estén seguras mientras se reúnen y oran. Los conozco bien, su amor por sus comunidades, aman a su gente. No quieren que les pase nada malo a ellos ni a nadie más."

La Iglesia se ha autodeclarado redundante

Parris no está sólo hablando acerca de los anglicanos, lo mismo vale para la Iglesia Católica, opina Melanie McDonagh en su artículo en The Tablet, "La Iglesia, pienso, ha contribuido al sentido de su propia redundancia". Esto lo hizo la propia Iglesia al definirse a sí misma como un servicio no esencial, a diferencia de otros servicios como el mantenimiento de jardines públicos. "Mientras algunas iglesias en Italia se han mantenido abiertas durante la crisis y las iglesias en Alemania han ofrecido servicios litúrgicos tan pronto como fue prácticamente posible, en Gran Bretaña e Irlanda se han contentado con esperar al fondo de la fila hasta que el gobierno se dignó a decir "ahora pueden salir"."



"No podemos culpar al gobierno. Al inicio de la crisis en marzo, la carta de los obispos a los sacerdotes dejó claro que la iniciativa de cerrar las iglesias vino de ellos". Lo mismo ocurrió en Argentina. Han sido minoritarios los países en los que los obispos se han negado a que los fieles seamos tratados como adolescentes incapaces de mantener las reglas de sanidad - distanciamiento social y medidas de desinfección y protección - en los templos, dejando que nos quiten nuestros derechos constitucionales -y canónicos- sin causa proporcionada.



Las críticas a la cuarentena surgieron de los sectores políticos más contrapuestos, no de la Iglesia.



"Así, a partir de cierto momento, las iglesias ni siquiera podían abrirse para la oración privada. Y si había un tiempo en el que la gente habría agradecido tener la posibilidad de sentarse frente al Santísimo Sacramento en silencio, fue entonces, especialmente para quienes trabajaron durante el pico de la crisis. La mayoría de los parroquianos estaban suficientemente informados -Dios lo sabe, se nos ha machacado lo suficiente- acerca de la transmisión y de ser consciente de los riesgos de la proximidad, y de virus sobreviviendo en los bancos. Podríamos haber tomado las mismas precauciones que en todas las otras actividades permitidas."

"'¿Y ahora, qué? Podría pasar todo el tiempo de Navidad antes de tener una vacuna disponible para la mayoría de la gente, y no tenemos garantía de eso".

Las Iglesias después de la tormenta

"Va a ser interesante ver qué pasa cuando reabran las iglesias", dice Melanie. "Los religiosos son hábitos como cualquier otro; una vez que se pierden, pueden no recuperarse. Me he acostumbrado al placentero hábito de seguir la Misa online desde Farm Street cada domingo. Recuperar el sentido de la obligación dominical podría ser complejo para algunos. Y cita luego un estudio del destacado teólogo y sociólogo Dr. Stephen Bullivant, publicado también en The Tablet, referido a la situación en Gran Bretaña.


"Las conferencias episcopales de Irlanda, Escocia, Inglaterra y Gales están haciendo preparaciones para reabrir en forma segura las iglesias para misas públicas y para la oración privada. No soy el único que se pregunta cómo serán las cifras de participación en misa cuando todo esto termine", dice Bullivant.

"Soy sociólogo y teólogo con interés en la evangelización. En mi libro Catholicism in the Time of Coronavirus (ebook que está disponible para descargar gratuitamente del Word on Fire Institute, https://www.wordonfire.org/covid/), analizo el impacto de la crisis del Covid-19 en la Iglesia, especialmente en los Estados Unidos, y cómo la misión pastoral y evangélica de la Iglesia podría responder más efectivamente. Es un particular momento muy aptamente comparado - como hizo el Papa Francisco en su bendición Urbi et Orbi extraordinaria del 27 de marzo - a una tormenta en el mar."

"Aquí quiero ponerme mi sombrero de sociólogo y estimar el impacto probable de la crisis en la asistencia a Misa en el Reino Unido. Describo una mezcla de hechos, teorías razonables, y especulación informada pero falible. He escrito en el pasado acerca de la necesidad de que quienes estamos comprometidos con la nueva evangelización tengamos una visión clara y realista. No hay nadie, créanme, que estaría más feliz que ver que me he equivocado."

El análisis de Bullivant, resumido

Éste es el contexto: la asistencia a Misa es ya algo fluida. Fluctúa, a veces muy dramáticamente, de semana a semana, como lo puede notar Ud. al estacionar su auto en la calle de su iglesia. [En el Reino Unido] las parroquias miden la asistencia, la promedian en el mes, y la suministran para dar una cifra diocesana global.

He investigado los números de cada diócesis hasta tan atrás como me ha sido posible, y eso me permite tener un ritmo base (previo a la pandemia) de aumento o disminución. Para las diócesis de Inglaterra y Gales, hay una caída promedio en la asistencia del 2,3 % de año a año, continuamente durante los últimos 5 años. La cifra para las diócesis de EE.UU. es muy similar. Por qué la asistencia a misa está cayendo, dónde, y cuánto, es tema para otra investigación.

Hay varios otros factores que complican el análisis, pero -como yo lo veo- hay tres factores principales por los que la pandemia probablemente impacte negativamente en la asistencia a misa.
El primer factor es que la gente está muriendo. Eso podría producir un 0,05 % de caída adicional, o tal vez más, dada la alta edad promedio del asistente a misa.

El segundo factor es el descenso de la inmigración. En Gran Bretaña, como en EE.UU. y muchos otros lugares, los inmigrantes de primera y segunda generación son desproporcionadamente los que más asisten a misa los domingos. El caos actual ha bajado enormemente el flujo de gente, y se mantendrá por varios meses, si no años.

El tercer factor es que somos criaturas de hábitos [y éste es el que más nos interesa para el caso de Argentina]. Los viejos hábitos son difíciles de dejar, pero una vez que han muerto, también son difíciles de revivir. Aunque sea difícil aceptarlo, no todos los que se sientan en misa el domingo lo hacen "totalmente concientes de lo que están haciendo, participando activamente en el rito, y" -al menos, según su mejor entender- "son enriquecidos por sus efectos" (Sacrosantum Concilium, n. 11). Algunas personas siguen asistiendo a pesar de saber muy bien que están "sólo haciéndolo" porque, bueno, lo hicieron la semana pasada. Para otros, es sólo luego de un período de no asistir por alguna razón, que se dan cuenta que no la extrañan especialmente, o al menos no lo suficiente como para hacer algo práctico.

Es común, por ejemplo, para el caso de la gente que se muda a otra ciudad, o que comienza a ir a la universidad, y nunca se decide a "encontrar" una nueva iglesia o comunidad. Para otros, el hábito es como que se resbala, de cada semana, a la mayoría de las semanas, a, bueno, "definitivamente vamos a ir la semana que viene..." Hay varios estudios que han preguntado a los católicos por qué ha dejado de practicar, y dentro de un conjunto de otras razones y factores, estas observaciones se mantienen muy consistentemente entre todos ellos.

Tal gente tiene, podríamos decir, poca "motivación intrínseca" para asistir a misa. Van porque siempre han ido, o porque sienten vagamente que deberían, o porque nunca tuvieron el coraje de decirle a mamá que realmente no querían ir más (sin sospechar que mamá secretamente siente lo mismo). Claro que esto no es verdad en todos los casos.

¿Seguirán yendo los católicos practicantes?

Hay muchos católicos que sienten visceralmente el hambre de los sacramentos, y que están anhelando que se levanten las restricciones "más que el centinela a la aurora" (Sal 130, 11). Pero temo que esto es casi ciertamente verdad de una minoría de los que asisten semanalmente a misa. Y para ellos, un período de semanas o meses en los que no pueden asistir, fácilmente podrían ser el empujón requerido para dejar de hacerlo del todo.

Esto será especialmente cierto si, como parece probable, tendremos un largo período en el que la gente podrá ir a la iglesia nuevamente, pero las reuniones grandes serán vistas -y posiblemente oficialmente advertidas- como "un riesgo innecesario". En tal situación, ciertos grupos pueden muy bien ser fuertemente aconsejados para permanecer en casa. Muchos otros, "por especial prudencia", pueden pensar lo mismo. No tengo cifras para estimar aquí. Pero creo que es probable que este factor sólo cause una caída en la asistencia a misa de por lo menos un 2 % adicional [es decir, duplicar el ritmo de descenso de la participación].


Cuestión de prioridades

Bullivant luego enfatiza la importancia de lo que está en juego.

En medio de esta tormenta del coronavirus, y sin distraer el foco que los medios y el público tiene en las tasas de mortalidad, los ritmos de infección, o qué tan "aplanado" o "en pico" está una determinada curva o país, se está dando mucha atención a la capacidad futura de la economía de recuperarse. Esto es bueno e importante. Pero la economía de la salvación es una contribución inmensurablemente más grande al "bien común" en el gran esquema del mundo. Y la capacidad de los cristianos de ayudar a sus accionistas a recibir sus dividendos -"porque a quien tiene, se le dará más, y tendrán en abundancia" (Mt 25, 29) - depende de nuestra habilidad -individual y colectiva- para recobrarnos.

Recordemos lo que dijo el Papa Francisco durante la misa del viernes 17 de abril, en la Casa Santa Marta: “En esta pandemia nos comunicamos a través de los medios de comunicación, pero no estamos juntos, como es el caso de esta Misa”.


“Esta pandemia que nos ha hecho a todos comunicarnos religiosamente a través de los medios, a través de los medios de comunicación, incluso esta Misa, estamos todos comunicados, pero no juntos, espiritualmente juntos. La gente es pequeña. Hay un gran pueblo: estamos juntos, pero no juntos. También está el Sacramento: hoy lo tienen, la Eucaristía (se refería al pequeño grupo de personas que estaban allí físicamente), pero la gente que está conectada con nosotros, sólo la Comunión espiritual. Y esto no es la Iglesia: es la Iglesia en una situación difícil, que el Señor permite, pero el ideal de la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los Sacramentos. Siempre.”

Se pudo ver en las transmisiones desde el Vaticano que el Papa nunca suspendió las celebraciones con público, aunque hubo allí casos de coronavirus. Sus palabras sobre un posible "genocidio virósico" se han manipulado y extrapolado más allá de lo razonable y de su contexto, para justificar medidas que el Papa nunca adoptó.

¡En Argentina ya está ocurriendo!

Un informe sobre salud mental realizado por investigadores del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) estudió el impacto negativo del aislamiento en el país, mediante un muestreo y un análisis comparativo sobre la misma sintomatología tomada a los 7/11 y a los 50/55 días de confinamiento. Como parte de ese estudio, se encontró que la práctica religiosa virtual que había sido importante al principio de la cuarentena, está decayendo.



Algunas diócesis aisladas han comenzado a reaccionar más tempranamente, pero ¿será suficiente? ¿Y el resto del país?



"Pongámonos en movimiento"

Distintos expertos y estudios realizados están estimando que las muertes provocadas por las cuarentenas en distintos países pueden ser similares o superiores a las muertes por coronavirus. Hasta ahora las tremendas consecuencias sociales de la cuarentena se han podido sostener por paliativos temporarios, y por la eficacia de la campaña de miedo desarrollada por los medios y por los mismos científicos que asesoran al gobierno. El mismo Dr. Etchevers, al presentar el estudio de la UBA antes aludido, admitió que se usa el miedo para tratar de inducir a la población a aceptar el confinamiento. Los cristianos deberíamos ser los primeros en no dejarnos manipular por el miedo, dada nuestra confianza y esperanza total en el sentido de todo sufrimiento y en la ayuda del Espíritu Santo. Y deberíamos ser los primeros en denunciar el costo social enorme de estas medidas de aislamiento.



Los obispos argentinos han promovido infinidad de iniciativas de ayuda a los más afectados -principalmente a través de Cáritas y numerosos grupos nuevos de voluntarios, a la vez que han aceptado públicamente, antes de cualquier decisión del gobierno, que las prácticas religiosas comunitarias son "no esenciales". Algo muy distinto de lo dicho por Francisco. ¿Cómo podrán los obispos -y los sacerdotes- que apoyan esta cuarentena salvaje, convencer a los fieles, al finalizar la cuarentena, de que es seriamente indispensable la participación comunitaria litúrgica? ¿No han favorecido la exacerbación del cristianismo individualista e intimista?




El tenor de las declaraciones del Cardenal Poli sugiere que pueden obedecer a un gran temor de que la Iglesia sea criticada como "incoherente" o "hipócrita", por defender la vida contra el aborto, pero no hacerlo ante el virus. Es la misma mentalidad equivocada que provocó la crisis de los abusos, cuando -de la misma forma- muchos obispos privilegiaron proteger a la Iglesia de las críticas y la descalificación de los medios, antes que tomar las medidas que debían tomar. Si se les da tal poder a los medios, ¿por qué éstos deberían renunciar a manipular a la Iglesia mediante la amenaza de la calumnia y la difamación?

Termina Bullivant su artículo: 'Como dijo en Papa Francisco recientemente a Austen Ivereigh para The Tablet: "Las secuelas ya han comenzado a revelarse como trágicas y dolorosas, que es por qué debemos estar ahora pensando en ellas... Estoy viviendo esto como un tiempo de gran incertidumbre. Es un tiempo para la invención, la creatividad... Lo que estamos viviendo ahora es un lugar de metanoia (conversión), y tenemos la posibilidad de recomenzar. Que no se nos pase de largo, y pongámonos en movimiento".'

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