El accidente de la obsesión con la cafetera
En los años siguientes al accidente de Chernobyl, en una conferencia de la industria nuclear, uno de los gerentes expuso en su charla que la seguridad nuclear debía prevenir todo accidente grave, sin importar qué tan poco probable fuera.
Este comentario mostraba una ignorancia de la seguridad industrial y de la epidemiología tal, que era blanco fácil para todo tipo de bromas. Una revista del sector nuclear propuso posibles accidentes muy improbables para prevenir.
Un accidente consistía en postular que un hipotético lago del que tomara el agua de refrigeración la central nuclear en cuestión, sufriera un movimiento estadístico simultáneo de todas sus moléculas de forma que todas adquirían una velocidad ascendente, y el lago quedaba completamente seco en una fracción de segundo.
Otro accidente, el de la "obsesión con la cafetera", postulaba que se rompía la cafetera en la sala de control de la central. Absolutamente todos los operadores y oficiales que se encontraban en la sala, rodeaban la cafetera y trataban de arreglarla, con tal concentración obsesiva que ninguno se percataba de que la central comenzaba a tener un mal funcionamiento, saltaban todas las alarmas, y finalmente se producía el accidente sin que nadie lo notara.
Parece estar pasando eso hoy con la agenda de los medios respecto del coronavirus, y con las explicaciones y decisiones del gobierno: de lo único que se habla es de dominar la curva de contagios, mientras la situación social se agrava día a día, y se ignoran todas las alarmas que saltan respecto de la situación del país.
¿Y el resto del iceberg?
Hoy los gobernantes y muchos ciudadanos que se dejan llevar por el sensacionalismo mediático, están obsesionados con la curva de contagios. Miden día a día si hay 100 contagiados más entre 45 millones, o si murieron 5 personas por Covid-19, desatendiendo totalmente las otras mil muertes por otras causas que pasan cada día.
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Los gobiernos -desde el nacional hasta el municipal- sólo hablan de los gráficos de los contagios, sin ningún tipo de distinción epidemiológica entre los tipos de contagio, la tasa implícita, los aprendizajes sobre los tratamientos inadecuados y protocolos de internación contraproducentes, y sin estimar los efectos sociales en la salud y la vida del bajón económico.
El timonel del país está dirigiendo al Titanic argentino contra la parte sumergida de un enorme iceberg.
El mismo sitio del gobierno explica que hay una relación entre la escasez de recursos y el costo social -incluyendo las vidas humanas estadísticamente perdidas- por el costo económico de las decisiones, y que deben tomarse las decisiones buscando optimizar y equilibrar los riesgos. Este criterio equivale a establecer que cada aproximadamente u$s 175.000 destinados a una medida sanitaria puntual, se perderá una vida humana por otras razones en algún momento futuro. Es un aprendizaje de la industria nuclear. Se ha calculado que cada semana de cuarentena total cuesta al menos un punto del PBI (unos u$s 3.000 millones perdidos), es decir, unas 3.000 vidas. No se trata de salud vs. economía. Es salud vs. salud.
El gobierno está tan mal asesorado, que ignora sus propios criterios.
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